sábado, 11 de julio de 2009

matra-casa-de-la-lectura-2009




Hacia una poética del espectador

Hay vínculos indisolubles que superan y traspasan los años y las distancias. El ser hijo es uno de ellos. Ser madre puede elegirse, ser hijo es lo dado y, entre ambos roles; el mundo, con la mayor variedad de formas y modos de relacionarse que uno pueda imaginar. Me animo a decir que existen tantas experiencias madre-hijo como madres e hijos constan: millones.

Con el mismo hálito vital nace Matra: espacio para-madre-e-hijo/a y espejo, fiel exponente del lenguaje de la coreógrafa María Ceña. Los movimientos que componen esta performance transcurren como los vínculos filiales que la motivaron: se desplazan hasta anudarse para luego resolverse, girar y volver a transcurrir.

En el mismo cuerpo el eje une pero también fragmenta; al mismo tiempo desmiembra y habilita la coexistencia de lo binario e impulsa nuevamente la partición.

Oposiciones en un mismo organismo que despliegan imágenes de lo doble en unidad pero también desnudan lo contradictorio y disímil de nuestro interior y, en consecuencia, de los vínculos que establecemos.

Todas las frases coreográficas de Matra conservan la matriz del lenguaje que ofrece esta joven coreógrafa: la pregunta por el espectador como preocupación estética. Éste se convierte en la inspiración y se enuncia como el motivo central de su propuesta poética: la participación del que especta. Este germen viene siendo el objetivo de todos los trabajos de Ceña. Matra no es la excepción. Desde la convocatoria a concurrir en pares de madres e hijos hasta la disposición escénica hablan de la preocupación por integrar en un rol activo a aquel que, desde otra propuesta, solo sería convocado a mirar pasivamente. Esto nunca será posible en una intervención de esta coreógrafa para quien increpar e incluir al espectador es la madre de todas las metas.

Malena-Winer


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