La estética que entreteje la unidad del lenguaje coreográfico es la nueva emocionalidad, término que acuñamos como la contradicción del sujeto contemporáneo, contradicción de ser dos en uno, de estar sujetos a algo que no manejamos, a algo que falta y falla. Por esto el cuerpo que aparece es un cuerpo no completo, que engendra otro tipo de belleza que niega el ser igual a todos, la fascinación por la imagen preponderante de los mass media, y da cuenta de la condición de un cuerpo parpadeante entre lo pulsional-animal-pasional y un rotar hacia dentro, que busca el espacio de la interioridad del pensamiento.
La nueva emocionalidad- tiene como objetivo relacionar y estimular los diferentes sentidos y modalidades perceptuales, para llegar a otros estados de conciencia, que llamamos emociones complejas, que vienen a la superficie gracias a estas asociaciones no racionales pero que de alguna manera están habitando nuestras profundidades.
Con respecto al espacio lo concebimos como un lenguaje desde donde percibimos al mundo. A esta operación la llamamos sentación, mas allá de la representación moderna y la presentación contemporánea, la sentación va al asiento de lo otro y el otro, es decir que salimos al encuentro del acontecimiento. Para ello damos un salto para que suceda, nos arriesgamos allí, en ese abismo entre el viejo espacio donde se impulsa el salto y el nuevo lugar donde se cae. Entonces este salto es condición de la caída a la nueva posición que implica nuevas perspectivas para experienciar el mundo y por consiguiente nuevas maneras de percibirlo en una multiplicidad de órdenes
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